http://www.etcetera.com.mx/1999/372/che372.html

consultado marzo 19 de 2000

Psicohistoria, caos y ciberculturas

César Horacio Espinosa

Con la saga de las Fundaciones, Isaac Asimov reconstruye frente a un onumental telón de fondo galáctico la historia de la humanidad, con sus momentos cruciales de invención y ascenso, seguidos de extensos periodos de rutina y declinación. A lo largo de ese rosario de narraciones asimovianas presenciamos tanto la eclosión del neolítico como la opulencia de las dinastías faraónicas y las ciudades-imperio de Mesopotomia, hasta el afanoso peregrinar mercantil de los fenicios y el milagro riego -en palabras de Michel Serres- del surgimiento de la geometría y el razonamiento matemático; seguido por la impetuosa colonización de los romanos -hormigas guerreras- sobre el mundo conocido y el correspondiente asalto de las periferias bárbaras que abren el dilatado periodo de regurgitación y meditación medieval.

Al mismo tiempo, las Fundaciones son una aguda visión del mundo de nuestro siglo, y de nuestro fin de siglo y de milenio, caracterizado por fuerzas extraordinarias que están llamadas a transformar radicalmente la historia humana, pero que al mismo tiempo sobrevuelan un mar de fondo de desigualdad y miseria abismales de la población terrestre. Aquí es oportuno inquirir: ¿representan una utopía las Fundaciones de Asimov?

Considero que su pensamiento y su narrativa están impregnados de la prosapia iluminista de la modernidad, con sus paradigmas basados en la razón instrumental, el despliegue progresivo y el desarrollo lineal, lo cual ciertamente encierra a sus proyecciones futuristas en las perspectivas de la utopía; pero, al mismo tiempo, oscila en ellas el desencanto típicamente postmoderno y el sabor de crisis permanente que han sido el signo de este menguante siglo XX, especialmente dedicado a lo iconoclasta y la hecatombe.

Hay un ingrediente casi esotérico que atraviesa toda la epopeya de las Fundaciones y constituye su matriz epistemológica: la creación y existencia de la "oculta" ciencia de la Psicohistoria, cuyo profeta es el matemático y psicólogo Hari Seldon y cuya piedra de Medina es su imagen holográfica, fantasmal, que aparece a la vista de los escépticos habitantes del planeta Términus para anunciarles alguna reiterativa y amenazante "crisis de Seldon".

En su formulación inicial, en la versión coetánea a la Segunda Guerra Mundial, la psicohistoria es vista como una elaboración matemática estadística para fines predictivos-prospectivos, basada en una suerte de psicología de masas muy a tono con los aquelarres hitlerianos y mussolinianos de la época y la insidiosa amenaza de la "quinta columna" que preludiaba a la "blietzkrieg" germanoaria.

Sin embargo, en la parte postrera de la saga, publicada en 1993, la psicohistoria seldoniana incorpora en su etiología ecuaciones anticaóticas para sus fines de anticipar el futuro. Con esto, a despecho de la proclamada "muerte" de los paradigmas, ciertamente topamos con la emergencia de nuevas ciencias en nuestra actualidad para desentrañar la realidad natural y avizorar opciones quizá menos oscuras.

Al final del siglo, la economía mundial aparece críticamente ineficiente: enormes capacidades han quedado sin explotar, al tiempo que la mayoría de los pueblos del mundo son marginados del desarrollo económico. Muchas posibilidades y grandes recursos en creatividad permanecen sin desarrollarse.

El número de economías críticamente empobrecidas es creciente: de 26 países que aparecían en 1964 en la lista de "países menos desarrollados" de Naciones Unidas, hoy el número ha crecido a más de 40, sin contar los que se acumulen en el último lustro.

Mientras que la mayoría de las sociedades industriales se ha vuelto más proteccionista en las décadas recientes -pese, o más bien debido a la ideología neoliberal-, los efectos sobre el sur han sido devastadores. Las medidas proteccionistas de los ricos han sido factor principal en la duplicación del abismo -ya de por sí grande- entre los países más pobres y los más ricos, desde 1960.

El Reporte de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo apuntaba en 1992 que tales medidas han privado al sur de 500 mil millones de dólares al año, esto es, alrededor de 12 veces la "ayuda" total proporcionada al llamado Tercer Mundo que, además, en su mayor parte, viene a ser una promoción de las exportaciones de los países ricos bajo diferentes disfraces.

Al finalizar el siglo, los principales factores que han conducido a la actual crisis económica global son fáciles de captar. En primer lugar, la globalización de la producción, que ha ofrecido a los empresarios de sectores clave de las economías el prospecto apetitoso de hacer retroceder las victorias en derechos humanos conquistadas por la gente trabajadora.

Al mismo tiempo, salta a la vista que alrededor de 40% del "comercio mundial" no es realmente comercio sino operaciones internas de las corporaciones, gerenciadas de manera central por una mano altamente visible, con toda clase de mecanismos para socavar los mercados en beneficio de ganancia y poder, para no hablar de la tradicional utilización y dependencia del poder estatal y del subsidio público.

Por otra parte, el factor trascendental del proceso lo constituye ciertamente la revolución de las fuerzas productivas. El desarrollo de las tecnologías de comunicación y transportes proporcionó a los procesos de producción una movilidad y flexibilidad geográfica nunca antes vista en la historia. Fue esa movilidad geográfica la que hizo posible la conceptualización y utilización real del planeta como un solo lugar de producción transnacional.

Al terminar el siglo, las crisis financieras y de intercambio de Japón y los dragones asiáticos, el desplome ruso y sus coletazos sobre las economías de todo el orbe serán seguidas por el colapso financiero de los Estados endeudados sin esperanza de pagar, la hambruna en Africa, tal vez en la propia Rusia y quizá pronto en Latinoamérica, y las crisis urbanas exacerbadas por el desempleo, la violencia y la miseria en muchos países del Tercer Mundo.

A galope sobre ese panorama de crisis, la humanidad se acerca de prisa a una bifurcación. Las bifurcaciones son más visibles, más frecuentes y más dramáticas cuando los sistemas que las representan se aproximan a sus umbrales críticos de estabilidad, cuando "viven peligrosamente". Y en los inicios del siglo XXI es así como vivimos.

Casi podríamos decir que nos aproximamos a una "crisis de Seldon", en la perspectiva de las Fundaciones asimovianas. En realidad, viene al caso afirmar que la ciencia social del siglo XX tuvo que manejarse con tendencias extrapoladoras, obtenidas por medio de estudios estadísticos cuidadosos pero limitados.

Tales extrapolaciones daban siempre por sentado que las condiciones eran estables; sin importar cuáles fuesen los factores que generaban las tendencias, debían mantenerse inalterados a través de la escala de tiempo de la extrapolación. Esto equivalía a una bola de cristal de corto plazo, que no revelaba la naturaleza y las probabilidades del cambio en periodos más amplios.

Sólo después de mediados de siglo apareció en el mercado científico una bola de cristal de largo plazo. Es la de las ciencias del no equilibrio, sobre todo la teoría de la termodinámica del no equilibrio y la teoría de los sistemas dinámicos.

Su postulado básico es simple: que las leyes, ya sea en la naturaleza o en la historia, no necesariamente especifican un hecho único sino que pueden ser también probabilísticas: proporcionan los fundamentos para grandes conjuntos de hechos, ninguno de los cuales es más probable que otro.

Dentro del marco de las nuevas ciencias de los sistemas de no equilibrio, las sociedades humanas, tanto como las especies biológicas y las ecológicas, son variantes de sistemas complejos que se desenvuelven a través de múltiples bifurcaciones. Estas intercalan largos periodos de estabilidad y coronan los picos y los valles y las oscilaciones aparentemente azarosas de las épocas de inestabilidad.

Las bifurcaciones se desencadenan cuando sistemas complejos están sobretensionados, empujados más allá de su umbral de estabilidad. Hasta ese punto, el comportamiento de los sistemas es relativamente ordenado, hay oscilación periódica, es decir, movimiento alrededor o hacia determinado estado, o estabilidad en uno u otro estado. Pero más allá del punto crítico, el orden se rompe y el sistema cae en el caos.

En la mayoría de las clases de sistemas complejos el caos da paso, por último, a una nueva variedad de orden. Pero la relación entre el orden precrisis y postcrisis no es simple. La evolución de los sistemas complejos es fuertemente no lineal, está llena de saltos y sorpresas.

A juicio de Ilya Prigogine -Premio Nobel de Química 1977 y teórico de la complejidad-, la repentina aparición del orden a partir del caos es la regla antes que la excepción. Prigogine usa la palabra caos de dos modos bien diferenciados, aunque a veces intercambiables. Está el caos pasivo del equilibrio y la entropía máxima, donde los elementos están tan íntimamente mezclados que no existe ninguna organización. Este es el "caos térmico del equilibrio", propio del eventual universo tibio que predice Clausius.

Pero en la segunda acepción el caos es activo, caliente y energético, un "caos turbulento alejado del equilibrio". Prigogine fue uno de los primeros científicos contemporáneos que advirtió que pueden ocurrir cosas extrañas en este caos alejado del equilibrio: en esta situación no sólo se desintegran los sistemas sino que emergen sistemas nuevos. De ello se desprende que una propiedad del caos alejado del equilibrio es su posibilidad de autoorganización.

Prigogine y sus colegas encuentran estructuras autoorganizativas en todas partes: en biología, en los vórtices, en el crecimiento de las ciudades, en los movimientos políticos, en la evolución de las estrellas. Prigogine denomina "estructuras disipativas" a esos ejemplos de desequilibrio y autoorganización.

El caos, tanto en la sociedad como en la naturaleza, es ultrasensible; la más leve modificación puede nuclear, expandir y cambiar la dinámica del sistema que lo manifiesta. En esta tesitura, el hecho de que el clima del mundo esté en un estado de caos no significa que sea desordenado; sólo significa que su orden es complejo y sutil, sensible a variaciones minúsculas, como es el caso del llamado "efecto mariposa".

En el hombre, los estados cerebrales especialmente vinculados con el caos pueden ser creativos; los científicos y los artistas, los poetas y los profetas conciben sus mejores ideas y reciben su mayor inspiración en los "estados de conciencia alterados" típicos del sueño, la meditación y el trance.

La sociedad también entra en un estado caótico de vez en cuando. Este no es meramente un estado de anarquía sino de bifurcación. Es sensible a toda pequeña fluctuación. El caos es el pasaporte de la humanidad para pasar de una edad a la siguiente. De esta forma, el caos que interviene durante las épocas de bifurcación en la evolución de las sociedades, al ser ultrasensible, es de hecho sensible a los valores.

En una época de bifurcación, todas las estructuras de la sociedad se tornan altamente sensitivas, registran la más mínima fluctuación y cambian con ella a través de bifurcaciones que implican intensos conflictos. En consecuencia, son muy sensibles a ciertas clases de información que recrean dichas bifurcaciones. Un mero titular en un periódico puede movilizar a una nación entera llevándola a la guerra.

La cultura no es la excepción. Es decir, en una época de transición salen a la superficie, en profusión, ideas y valores nuevos, inicialmente pequeños y débiles. Pero una vez que han emergido, algunos de entre ellos muestran una disposición a "nuclearse", se apoderan de la imaginación de vastas capas de la población y cambian los modos dominantes de pensar y actuar.

Para desencadenar la evolución cultural no hace falta la mano pesada de los dictadores, basta con crear fluctuaciones bien concebidas de los valores y las creencias, y sustentarlas en la mezcla dinámica de ideas y movimientos en competición. De nosotros depende encontrar bifurcaciones sensatas y eficaces, y bifurcaciones a tiempo y en la dirección correcta.

En el curso del tiempo, las cascadas de puntos de bifurcación hacen que un sistema se fragmente (duplicación de periodos) cayendo en el caos, o que se estabilice en una nueva conducta mediante una serie de rizos de realimentación para acoplar el nuevo cambio a su medio ambiente.

Estas propiedades de la realimentación, sobre todo de la autorrenovación constante, confieren a los sistemas vivientes características definidas con el concepto de "autopoiesis".

Las estructuras autopoiéticas se encuentran en un complejísimo extremo del espectro natural de los "sistemas abiertos". El espectro abarca desde los sis temas autoorganizativos simples (los remolinos, la mancha roja de Júpiter) hasta estructuras disipativas más complicadas (la reacción Belousov-Zhabotinsky) y sistemas autopoiéticos de elevada complejidad (nosotros mismos).

Las estructuras autopoiéticas son criaturas notables y paradójicas: al tener capacidad de autorrenovación son muy autónomas y cada cual posee una identidad propia que mantiene continuamente.

Aplicado a la historia, lo anterior sugeriría una visión "utópica" con el advenimiento de una sociedad globalmente integrada y tecnológicamente avanzada, organizada mediante un equilibrio básico de diferenciación con integración, con unidad dentro de la diversidad. La centralización y la homogeneización darían paso a la descentralización mitigada con coordinación.

¿En verdad se avizora ese tipo de sociedad en algún punto del planeta? Creo que más bien presenciamos las grandes turbulencias, bifurcaciones y cambios que suenan tan promisorios como amenazadores, aunque no cabe prever horizontes tan equilibrados, precisamente.

En la realidad, al llegar al final del siglo XX se ha vivido en un tiempo caracterizado por el apogeo de la superproducción y el hiperconsumo en el Norte y la correspondiente hiperpauperización en el Sur. Y es un mundo que se finca en las transformaciones científico-tecnológicas a partir de las revoluciones nuclear, bioingenieril y electrónica encadenadas, donde se esboza un primer ensayo de reconfiguración y abolición de las fronteras mediante la globalización económica, política y cultural, y cuando el advenimiento de lo inmaterial promete cambiarlo todo.

II. Nos dirigimos, a una velocidad vertiginosa, desde la tranquilizadora edad del hardware, hacia la desconcertante y espectral edad del software, en la que el mundo que nos rodea se muestra cada vez más controlado por circuitos demasiado pequeños para ser vistos y códigos muy complejos para ser plenamente entendidos. La producción está sufriendo aquel cambio que Buckminster Füller llamó "efimerización del trabajo": la reducción del trabajo hasta llegar a una manipulación computarizada que sustituya al proceso de producción.

La cultura de la computadora, o cibercultura, parece estar cada vez más cerca del límite previsto en 1967 por Marshall McLuhan cuando declaró que los medios electrónicos nos han lanzado a un mundo difuso, entrecortado, de simultaneidad generalizada, donde la información se "vierte sobre nosotros instantánea y continuamente", abrumándonos casi siempre.

Las máquinas de producción industrial tienden a quedar atrás para dar paso a una economía de la información que produce bienes intangibles, éxitos hollywoodenses, programas televisivos, parques temáticos de alta tecnología, modas de un minuto o transacciones financieras que parpadean a través de fibras ópticas hasta terminales de la otra punta del mundo.

El mundo de las telecomunicaciones -que ahora frecuentan unos siete millones y medio de familias- era desconocido para la gran mayoría a principios de los 90. La conciencia de los medios de comunicación respecto de la Internet alcanzó su masa crítica en 1993.

Paralelamente a la efimerización del trabajo y a la inmaterialidad de los bienes, la cibercultura conlleva al desvanecimiento del cuerpo humano. Cada vez más personas pasan mayor tiempo en el ciberespacio.

Personas que pierden su cuerpo electrónicamente enviando correos electrónicos alrededor del mundo, que se lanzan mensajes en un tiempo real a través del chat y se arremolinan alrededor de los temas de discusión de las BBS y de los foros de UseNet.

A su vez, la realidad virtual, una tecnología de simulación que sumerge al usuario en mundos tridimensionales generados por computadora gracias a gafas con monitores y sonido cuadrafónico, captó brevemente con su brillo futurista la atención de los fans de la comunicación en 1991.

Algunos llaman a ese entorno virtual ciberespacio, el no-lugar donde, por ejemplo, se encuentran dos personas que hablan por teléfono. En consecuencia, la unión de espacios de cultura promete ser cada vez más un no espacio, asumiendo una diversidad de formas de seducción, esto es, no hay una versión única del ciberespacio sino diferentes familias o géneros a los cuales los artistas han respondido de diversas maneras, aludiendo también a la navegabilidad de este espacio evanescente donde, por una parte, es necesario decidir una trayectoria propia y, por otra, atender a su completa maniobrabilidad y controlabilidad por parte del constructor de mundos virtuales, del programador.

Los microprocesadores integrados, computadoras del tamaño de una mota montadas sobre copos de silicio, han convertido a los motores de los automóviles en hornos de microondas, ascensores y cortadoras de césped en máquinas más inteligentes que sus precursoras.

En un futuro aún más lejano, el teórico de la inteligencia artificial Hans Moravec asegura que estamos a punto de entrar en un universo "postbiológico", donde formas de vida robóticas capaces de pensar y de reproducirse independientemente "se desarrollarán hasta convertirse en entidades tan complejas como nosotros". Pronto, insiste, descargaremos nuestros deseosos espíritus en la memoria digital o en cuerpos robóticos y nos libraremos de la débil carne.

La cibercultura está alcanzando claramente su velocidad de escape tanto en el sentido filosófico como en el tecnológico. Es una cámara de resonancia para fantasías trascendentalistas sobre la eliminación de todas las limitaciones metafísicas y físicas.

Las reflexiones de los científicos, de los escritores de ciencia ficción y de los futurólogos tienen cada vez más un tono de misticismo milenarista. Moravec predice la creación de una máquina inteligente al nivel humano para el 2010, un acontecimiento que provocará grandes avances en la evolución de los robots.

Estamos a unos meses de 2001: Odisea del espacio (1968) cuyo guión, escrito por Arthur C. Clarke, asume la idea de la apoteosis posthumana. La película es una epifanía psicodélica y tecnológica que narra un viaje al interior de la mente y asume la promesa cósmica de la declaración de Kennedy sobre la llegada de Estados Unidos a la "Nueva Frontera": el espacio. 2001, así, presagia la llegada del posthumanismo ciberdélico que inunda al nuevo continente llamado Ciberia.

En la misma línea, el matemático y autor de ciencia ficción Vernor Vinge piensa que el desarrollo cibernético dará lugar a "una inteligencia mayor que la humana" entre el 2005 y el 2030, momento en el cual la vida artificial ultra-inteligente asumirá el control de su propio destino y producirá una descendencia cada vez más inteligente a un ritmo cada vez más rápido.

Las cavilaciones tecnotrascendentalistas de las regiones más remotas de la física y la inteligencia artificial se superponen a las profecías milenaristas de los visionarios de la new age, tan dados a emplear un lenguaje de ciencia ficción apropiado a nuestros tiempos.

En Estados Unidos, la teleología cristiana, las visiones de un mercado libre de expansión ilimitada y una fe persistente en la tecnología se han entrelazado hasta formar una teología secular. Los ciberhippies, los tecnopaganos y defensores de la new age de las tecnologías de la conciencia del tipo "enchufa, enciende y conecta: ciberdelia", le dan un alma a la nueva máquina, llevando lo sagrado al ciberespacio.

Quemando etapas en la "evolución" tecnológica y apostando fuerte a la construcción de una ciencia del diseño, el post-desarrollo -indispensable si queremos salir de nuestro estado latinoamericano de desguarnecimiento económico y social- aparece íntimamente atado a una revolución cognitiva que necesariamente debe incorporar los objetos interactivos y niveles de inteligencia micro y macrocósmicos como interlocutores privilegiados.

Sin embargo, la mayor parte de los usos en los que se ha puesto a trabajar a la máquina son exactamente los mismos que existían antes de su invención. La única diferencia es que la máquina realiza idénticas tareas mejor, más rápido y a un costo significativamente menor. Así, lo que se impone es el ruido provocado por la proliferación de máquinas y circuitos junto con la "gatopardización" de la tecnología y su concentración en manos de corporaciones multinacionales.

Quizá la revolución informacional que más pueda interesarnos a "los del Sur" está ocurriendo en otro plano: el conceptual. La computadora tradicional es vista cada vez más como una trampa no sólo porque lo único que hace es calcular un manojo de fierros en manos de programadores esquemáticos y simplistas, sino además porque es utilizada para lograr objetivos puntuales, estereotipados y predefinidos.

Por eso, Joseph Weizembaum (1979) sostuvo que la tecnología cambió, prohijando a la computadora para que la sociedad no tuviera que cambiar.

Un ejercicio de prospectiva política e informacional es averiguar si los acontecimientos sociopolíticos (derrumbe del Muro, migraciones masivas Sur-Norte, colapso económico del bloque del Este, pauperización creciente dentro del Primer Mundo) no podrían actuar como factores desestabilizadores al punto de bloquear o llegar a invertir las tendencias hacia la aceleración creciente de la velocidad y el gigantismo que caracterizan a la fase actual de autonomización de la tecnología.

Cada vez parecemos estar más ciegos a los agobiantes problemas de nuestro entorno a causa del resplandor metafísico que despiden los futuros de alta tecnología de los filósofos ciberdélicos, de los futurólogos corporativos, de los programas de divulgación científica como Más allá del año 2000 de Discovery Channel o de anuncios como la campaña "Lo harás" (You will) de AT&T.

A medida que aumenta el abismo abierto entre el luminoso mundo de la realidad virtual y los hechos palpables de la desigualdad económica y la depredación del medio ambiente, muchos han empezado a poner en duda la creencia impuesta en el poder tecnológico. Pero, al mismo tiempo, la teología del asiento eyectable que predica una fuga ciega hacia un Paraíso Perdido arcaico o un Paraíso Recuperado futurista, se hace más insostenible cada día.

En los albores del siglo XXI se escenifica la confluencia tecnológica: satélite-digitalización-televisión, que inaugura un mundo abierto para las interrelaciones y las decisiones casi instantáneas. Ya está aquí: AOL-Warner, Televisa-Telmex... conglomerados monstruosos que se aproximan al Big Brother. En tanto, México llega al 2000 con dos tercios de su población por debajo del límite de la pobreza, caldo de cultivo que hace crisis en el "conflicto" de la UNAM. Convulsiones y bifurcaciones que auguran un ciclo de caos que puede ser desastroso o renovador. Esperemos lo mejor

Referencias

Isaac Asimov, Fundación, Fundación e imperio, Los límites de la fundación, Hacia la fundación, Barcelona, Plaza & Janés.

Ervin Laszlo, La gran bifurcación. Crisis y oportunidad: anticipación del nuevo paradigma que está tomando forma, Barcelona, Gedisa, Col. Límites de la Ciencia, 2ª ed., 1993.

J. Briggs y F. D. Peat, Espejo y reflejo: del caos al orden. Guía ilustrada de la teoría del caos y la ciencia de la totalidad, Gedisa, 2ª ed., 1994.

Hors Kurnitsky, Vertiginosa inmovilidad. Los cambios globales de la vida social, México, Blanco y Negro editores, Col. Vino tinto, 1998.

Robert Fossaert, El mundo en el siglo XXI, México, Siglo XXI, 1994.

Mark Dery, Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo, Ediciones Siruela, 1998.

Alejandro Piscitelli, Ciberculturas en la era de las máquinas inteligentes, Paidós, Contextos, 1995.

César Horacio Espinosa es ensayista. Coordinador de las Bienales Internacionales de Poesía Visual-Experimental desde 1985.

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